¿Alguien adivina a qué hora y dónde nos reunimos ese día? Pues la hora, la habitual, las 10 AM pero el lugar varió ligeramente. Con la aparición estelar de Julini, que llegó en su “fregoneta”, nos empezamos a congregar en el parking en vez de en el jardín como es normal entre la fauna porteliana.
Además del susodicho Julini, nos juntamos Pate, Luís, Fer, Luismi, Alberto, Moya y el recién casado y llegado de su luna de miel, Juan.
La ruta la iniciamos dirigiéndonos hacia Sanisidro para, desde allí, decidir el recorrido, ya que no había un sherpa dominante en la manada. Al final, subida estándar a la Portela y allí arriba tomaríamos la decisión.
En la subida, ya se empiezan a ver divisiones entre los bikers, con Luismi cerrando el grupo algo atrasado y por delante de él, Julini intentando no malgastar energía para el resto de la jornada.
Una vez arriba, el grupeto eligió seguir hasta el curro y luego coger la balconada en dirección a la encrucillada del Enxa. Durante ese recorrido fue la única vez en toda la ruta en la que el grupeto no se partió y todos juntos llegamos hasta la encrucillada.
Desde allí, las posibilidades son casi infinitas, pero nos decidimos por seguir durante un rato en dirección al Iroite para luego tomar una pista con muy buen piso, que desciende durante casi dos kilómetros y que alguna vez ya la hemos sufrido en sentido contrario.
Justo antes de comenzarla, el pulsómetro de Luismi vuelve a hacer de las suyas, elevando su ritmo cardíaco hasta las 210 ppm. Algo falla, o el aparato o su portador, je, je, je.
Una vez abajo, y después de que Julini le diese un pulido a los discos de su niner con las pastillas de freno, ¡menudo pestazo a ferodo iba dejando el condenado!, seguimos en la misma dirección que llevábamos, sólo que a unos cuantos metros de altitud más abajo que anteriormente.
Pero claro, entre los bikers hay un dicho que, parafraseando a Newton, vendría a decir que todo lo que baja tiende a subir, y así fue. Unos cuantos cientos de metros más adelante, una pista de color rojizo amenazaba las constantes vitales de Luismi y Julini.
El 80% de la subida se hace sobre un piso muy bueno, en el que cada uno a su ritmo, se sube sin problemas, pero el último 20% es algo más complicado. No es que sea técnico, más bien es tocapelotas, ya que la pista está dividida en dos por las roderas creadas por vehículos, pero con piedras sueltas que incordian bastante en un pedaleo normal, y sobre todo, si no estás en muy buena forma. De todas maneras, Luismi con su motor diesel, y Julini con sus ruedas de 29, consiguen llegar arriba sin mayores problemas.
Estamos otra vez en la balconada, justo debajo del EVA 10, pero ahora dirigimos nuestras pedaladas en dirección contraria para subir hasta las aldeas de Noceda y A Graña y desde ellas y por la parte baja de los Chans, volver hacia la Portela.
Pero el piso, en esta zona está bastante “pestoso”, pegajoso, muy húmedo, y dado que algunos vienen con las fuerzas justas, se va rompiendo el grupeto en tres.
Pate, Alberto. Moya y Luís se van delante como quien no quiere la cosa. Luismi, a su ritmo se queda solo en el medio, con su pulsómetro haciendo otra vez de las suyas subiendo sus pulsaciones hasta las ¡¡¡¡¡¡240!!!!!!, y detrás vienen Julini, Fer y Juan, este último tocado por llevar un mes sin coger la bici. Es lo que tiene el matrimonio, que acaba con uno, ja, ja, ja.
La anécdota del día se dio en la pista que viene desde el Castelo de Vitres hacia la Portela, donde una excursión escolar, nos corta un poco el ritmo a los tres grupos, lo que hace que los cuatros primeros tomen la decisión de bajar directamente hacia nuestro punto de destino, o sea, el bar de Sanisidro.
Luismi, el quinto en llegar, prefiere esperar a las otras tres almas en pena que vienen detrás y hacer la bajada en amor y compañía.
Una vez en el bar, degustamos la sabrosa empanada que nos sirve Pili, regada con refrescos o cervezas mientras contamos multitud de anécdotas acaecidas tanto en la jornada ciclista como a lo largo de la semana que finaliza.
Como decíamos al principio, una jornada de contrastes, desde el motor biturbo de Pate al diesel de Luismi, del piso perfecto del descenso al barro fangoso de los chans, del comienzo prometedor de Julini dirigiendo al rebaño hasta su esfuerzo por acabar la jornada, del soltero que acababa las rutas como un toro al casado que le pesan las piernas al final.
El track de la ruta
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