EL CASO DEL CALCETÍN

Era una mañana fresca y soleada de abril, la que todos esperaban después de un final de invierno y principio de primavera lluvioso como hacía años que no se veía. Un miembro de Portela MTB espera a la sombra de los árboles del jardín, pero la brisa que sopla de nordeste a las 10 de la mañana, le obliga a acercarse hasta la plaza Alcalde Segundo Durán, más conocida como la plaza Mayor, para que los rayos de sol le calienten.
Mientras tanto, otros de los miembros del club, se dirigen a su encuentro desde distintos puntos del municipio, junto con Ángel, que aunque no pertenece al club*, le gusta unirse al grupo de vez en cuando.
 
Luego de la típica charla mañanera sobre la ruta a seguir, mientras los cuerpos acaban de desperezarse y despertarse, Luismi da el pistoletazo de salida ante la parsimonia del resto por empezar a rodar. Fer, que llevaba todo el día anterior preparando el trazado que íbamos a seguir, toma el mando y nos dirige por Entrehortas hacia Portocarro donde cruzamos el río Pedras para seguir hacia la Crocha. 
Comenzamos la subida hacia San Isidro, pero justo en una de las curvas, nos desviamos a la derecha por una senda muy divertida que nos llevará hasta los molinos del Batán. 
 
Subimos a la carretera del Inferniño para luego, atravesando por un camino que va entre unas huertas, coger la carretera de Sanisidro hasta la rotonda que lleva a Cadreche. Giramos a la derecha, pasamos por delante del colegio y seguimos por el Freixo hasta Ouxo. Luismi ya empieza a notar que algo no va, las sensaciones no son las correctas, pero sigue con los demás mientras cruzan la autovía para seguir paralelos a ella hasta el campo de fútbol de A Mina, en Escarabote.
Desde allí, volvemos a cruzar un par de veces la autovía por debajo, para situarnos otra vez paralelos a ella por su margen derecha en dirección Padrón para continuar hacia el polígono de Espiñeira, pero entonces, el chip de sherpa tolo de Edu hace su aparición y viendo una especie de sendero entre unas fincas, nos anima a todos a ir a inspeccionarlo, aunque en un primer momento sin éxito, ya que el primer camino por el que nos metemos no tiene salida, pero posteriormente encontramos el bueno, que nos libra de pisar un pequeño tramo de asfalto.
Como decíamos, la ruta nos iba llevando en dirección al polígono de Espiñeira, y de repente, como una aparición mariana, unos crujidos de transmisión se oyen por la parte trasera del pelotón y al echar la vista atrás nos encontramos con Borja, que había llegado tarde al punto de encuentro y que venía a ritmo de contrarreloj para ver si nos cazaba. 
Esos ruidos de transmisión no eran un buen presagio para el bueno de Borja, porque, a pesar de haber cambiado la cadena de su bicicleta, los piñones no tenían intención de hacer su trabajo en condiciones y se lo iban recriminando cada vez que el camino se ponía complicado, sobre todo cuando tuvimos que pasar por una trampa en forma de cortafuegos, aunque casi todos acabamos echando pie a tierra. A pesar de su esfuerzo, en otra zona de piñones grandes, las protestas de su bicicleta le hicieron tomar la decisión de volver a casa, mientras los demás seguíamos acercándonos a Espiñeira.
La ruta diseñada por Fer nos iba a llevar por las pistas que bordean el polígono industrial por su parte derecha para luego subir en dirección norte y bajar hacia la zona de Armada, pero, los serpas tolos cogieron sus brújulas y nos llevaron por intricados vericuetos, bajadas, subidas, más bajadas y más subidas. 
 
 

Brazos, piernas y manos parecían haber estado recibiendo masajes con un cactus espinoso o que una plaga de vampiros se había cebado con nosotros, y no digamos el dedo anular derecho de Luismi, al que un arbusto espinoso parecía quererlo para sí e intentó retenerlo con una espinita de tamaño considerable.

Una vez cumplida su misión, los sherpas tolos nos dejaron por una zona entre Belles de Abaixo y Beluso y se fueron a degustar algún refrigerio por Boiro mientras el resto, con Fer otra vez al mando, decidimos intentar seguir en dirección a Armada.
 


Luego de hacer una pequeña incursión a pie por un camino bastante complicado, cruzando un arroyo crecidito, por las pistas cercanas a Insuachán, llegamos por fin a Armada, donde tuvimos que parar un momento mientras Ángel le daba aire a una de sus ruedas. 
 
 
Aquí se produjo la anécdota de la jornada cuando Fer se dirigió a unas casas para reponer agua en nuestros bidones y se la sirvieron directamente de una manguera en la que podría haber una colonia de e-coli de vacaciones con todos los gastos pagados. Aún así, algunos aún tuvieron arrestos suficientes como para beber de esa agua.
 
Menos mal que la ruta seguía hacia el campo de golf de Macenda y allí volvimos a coger agua de la fuente que hay en la rotonda de la entrada.
 
Dado que ya se nos había echado el tiempo encima, decidimos subir hasta Moimenta y bajar por asfalto hasta Boiro, parando en el Touliña para recuperarnos del esfuerzo de la jornada y de la anemia provocada por la pérdida de sangre debido a los arañazos recibidos en las junglas boirenses, ja, ja, ja. 

No, no me he olvidado de explicar porque le puse ese título a la crónica, y como una imagen vale más que mil palabras………

*Ángel es miembro del club, pero para serlo de pleno derecho sólo deberá cumplir dos pruebas, una churrascada bautismal y lucir palmito con el equipamiento del club, ja, ja, ja.

Track de la ruta


Vídeo de la ruta

2 comentarios:

  1. Está chulo el calcetín... dónde se consigue tan singular elemento de equipación ciclista??

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  2. Aquí los tienes:
    http://www.on-one.co.uk/c/q/clothing/cycling_socks

    Pero cuidado que levantan pasiones!

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