Como Pemán podría confirmarnos, el tiempo meteorológico está tocándonos la moral casi desde que empezó el año a todos los que nos gusta darle a los pedales, y con ello, haciendo que las ansias de subir en la bici, de ciertas mentes calenturientas, se incrementen exponencialmente, con el riesgo para los demás que ello acarrea.
A lo que íbamos. Este pasado sábado, nos juntamos en el jardín una horda de chiflados gracias a la tregua que la lluvia y el viento se dignaron en concedernos. Éramos algo así como los doce apóstoles en culotte. Empezando en orden alfabético del segundo apellido del bisabuelo paterno por parte de madre estábamos: Teira, Alberto, Pate, Luís, Fer, Valentín, Fran, José, Varela, Matías, Luismi y una nueva incorporación venida del sur, de la provincia de Málaga más concretamente, Vicente.
Entre bastidores se iba presintiendo que había ganas de guerra, siendo la ruta más suave que se comentaba la subida a nuestra querida Hijaputa.
Para comenzar, uno de nuestros tramos habituales, subiendo hasta Sanisidro por Portocarro, para luego continuar en dirección a Pumadiño, Casás y Vilariño, desde donde bajamos hasta la altura de la autovía para seguir paralelos a ella, pasando el campo de La Mina en Escarabote, repechito asfaltado con bajada por camino y pista de tierra hasta la zona de Runs.
Después de pedalear durante un rato por aquellas pistas, Fran decidió dejarnos ya que al día siguiente iba a correr un duatlón a Vigo. Mientras, los demás dirigimos nuestras bicis en dirección a Pomardorrío, aunque justo antes de llegar, apareció un brote de “sherpatolemia”, una suerte de enfermedad mental que sufren algunos biciclistas cuando pasan mucho tiempo sin coger la bici por causa de las inclemencias meteorológicas. Lo que hizo desviarnos a la izquierda en la carretera y al llegar a las primeras casas, nos metió por un camino que ya desde el principio picaba para arriba y con ganas.
Las dos primeras curvas, una a derechas y otra a izquierdas, hicieron salir de las bocas de algunos sapos y culebras, acordándose de la familia más próxima de los que dirigían el cotarro.
La pista acababa al lado del campo de fútbol de Pomardorrío, justo en la carretera que lleva hacia Cubelo, y por donde continuamos en esa dirección, ya con la Hijaputa fijada en el punto de mira.
Pero entonces, justo al pasar el cruce que baja hacia Ameán, un nuevo brote de “sherpatolemia” volvió a afectar a los de “business class”, lo que les hizo coger un camino que había a la izquierda y que era peor aún que el anterior, con algunas zonas incluso en las que hubo que llevar la bici de la mano.
El caminito resultaba empalmar con el primer tramo de inicio de la Hijaputa ……….o la subida de Casamea, y justo en el cruce que las divide, paramos para reponer fuerzas.
Pero con el virus aún rondando por el ambiente, no se hizo esperar el siguiente ataque que no fue si no invitarnos a subir por allí hasta la entrada de la balconada. Luismi estaba a punto de dar la vuelta porque no se sentía con fuerzas para subirla, pero ante la insistencia de Fer, decidió intentarlo a sabiendas de que su motor diesel, le ayudaría a finalizar la jornada en condiciones.
Eso sí, este tramo continuo de subida tuvo consecuencias hasta en los que no suelen pasarlo mal. Como Luís, que sufrió de lo lindo al final, mientras nuestro malagueño Vicente no daba crédito a la rutita que le habíamos invitado, con un desnivel acumulado de más de 900 metros en sólo 18 kms, sobretodo porque al llegar arriba tuvo que dar la vuelta por que ya se le hacía tarde, bajando por carretera hasta Moimenta y de ahí hasta Ribeira por lo negro.
Mientras tanto, y una vez reagrupados, los 10 que quedábamos seguíamos adelante por la balconada, bordeando el EVA 10 por debajo, al principio a un ritmo lento, para empezar a coger ritmo de crucero en cuanto la pista picaba un pelín para arriba en sus falsos llanos. El sol brillaba por momentos, y como los caracoles después de la lluvia, los bikers del Barbanza aprovechaban para sacar sus bicis a pasear.
La cosa se calmó un poco al ver a unos moteros que se ponían a descender por un cortafuego bastante empinado, por encima de Portosín, pero enseguida Luismi se puso delante y poco a poco fue incrementando el ritmo, eso sí, con sus pulsaciones a toda máquina.
Al llegar al primer cruce, el que sube hacia A Graña, Pate, Alberto y Teira decidieron hacer la balconada al completo, y el resto, que ya teníamos el cupo cubierto, decidimos tirar por la parte baja de Os Chans, que con las lluvias de los últimos tiempos parecían plastilina, hasta la subida de Vitres, desde ahí hasta la Portela y luego, dejándonos ir, unos más que otros, directos al bar de Sanisidro para degustar nuestra empanada de cada sábado.
Track de la ruta
Vídeo de la ruta
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